En pocos años se ha avanzado mucho en el conocimiento social de la enfermedad de Alzheimer. Antes su significado sólo era accesible para los expertos, pero se ha extendido a gran parte de las personas que leen o escuchan notocias habitualmente. Se trata de la causa de demencia más frecuente con un número de enfermos que aumenta, en las sociedades occidentales, a medida que se prolongan las expectativas de vida.
La demencia de tipo Alzheimer es un problema grave para el paciente que la padece, porque indica su gradual deterioro cognitivo, a la edad en que se tendría que disfrutar más de la jubilación y del tiempo de ocio. Pero es también una penosa carga que nadie desearía para su familia, de la ser atendido necesariamente por progresiva incapacidad propia.
Las dimensiones y el impacto social del Alzheimer desbordan su tratamiento personal e individual. En Europa habrá 8 millones de enfermos en el 2005, según la previsión de la organización comunitaria que representa hoy y la voz mayoritaria de las familias afectadas. Esto plantea que el tratamiento eficaz, a lo largo de los 8 ó 10 años que dura por término medio la enfermedad, precisa de una atención socio-sanitaria integral, asumida desde los sistemas público de salud, problablemente con la mayor carga de responsabilidad radicada en los ayuntamientos.
Es importante que deje de verse el deterioro cognitivo como un mal irreversible, propio de la edad. De manera precoz ha de tenerse el diagnóstico oportuno, porque no todo es Alzheimer y un porcentaje nada despreciable de demencias es reversible y varias de ellas tienen tratamiento corrector médico o quirúrgico. Los médicos de Atención Primaria son los primeros gestores de los recursos diagnósticos y terapéuticos de la red sanitaria. Antes de llegarse a una demencia franca están los predictores, los primeros síntomas que indican el deterioro cognitivo incipiente y que deben ser tenidos en cuenta, para el tratamiento médico más precoz posible. La pendiende de pérdida cognitiva no es la misma en un paciente tratado que en otro olvidado a su mala suerte.
El papel del neurólogo es el más importante en el diagnóstico. No todo fallo cognitivo es Alzheimer ni todos los Alzheimers son iguales.Hay otras demencias degenerativas, de comienzo más temprano y mayor gravedad si cabe, como ocurre con la enfermedad o el complejo de Pick, un médico coetáneo de Alzheimer que vivió también en el escenario centroeuropeo de finales del XIX y principios del XX. Si en el Alzheimer el primer defecto es la pérdida de memoria, en el Pick los primeros trastornos son de conducta impropia o de pérdida de lenguaje.
Lademencia vascular sigue en frecuencia a la enfermedad de Alzheimer. Pero ahora vemos la enfermedad vascular de manera más relevante que antes, porque muchas veces es la resposable del agravamiento de una demencia degenerativa, al descompensar su evolución y hacer que se manifieste, de forma aguda y grave, algo que aparecería más tarde y lentamente. Por eso es correcto hablar de prevención de demencia cuando se evita o retrasa la enfermedad vascular más prevalente, que es la que va ligada a la arterioesclerosis. Muchas veces no son grandes infartos los que aceleran o descompensan un Alzheimer si no pequeñas lesiones, que añaden más desconexión axonal, más interrupción de cables de transmisión de señal nerviosa, a la ocasionada por esas basuras metabólicas que llamamos placas seniles, típicas del Alzheimer.
Aquellas personas que se alimentan sin axceso comen menos grasas, toman menos sal y hacen ejercicio regular; o cuando ya afectas por hipertensión arterial y diabetes, combaten con eficacia estas enfermedades que arrastran a la arterioesclerosis, tienen menor propensión a los infartos, ya sean cerebrales o cardiacos, debidos a la obstrucción arterial. Y así evitan la enfermedad vascular de la demencia.
Un razonable optimismo vital, de fundamento educativo, evitando agobiarse por todas las cosas de la vida, siempre es saludable. Al igual que la afición por el aprendizaje a cualquier edad y de cual quier temática cutural; o el fomento de la comunicación social, sin que ello implique dependencia excesiva de los demás. Todos esos hábitos son favorables para alejarse del Alzheimer, aunque se prolongue la edad y aumente con ello el riesgo. Tan importantes como no haber llevado golpes en la cabeza.
Se estudió hace pocos años el cerebro de una monja fallecida con más de 90 años, preteneciente a una orden católica de clausura que vive en la paz de sus rezos, sus tareas y actividades comunitarias y su jardín en el área de California, con clima y dieta mediterránea. Resultó que estaba lleno de placas seniles. Sin embargo, la monja hasta el final aún de vestirse sola y bajar por sus medios a la capilla o al refectorio, sin duda porque no tenía arterioesclerosis añadida. Ello permitía un Alzheimer gradual y una demencia poco dependiente y nada catrastófica.
Probablemente las influencias científicas y sociales hagan que el Parlamento europeo en pocos años adopte medidas de atención socio sanitaria amplicas y extendidas a todos los países miembros. Los sistemas de salud pública de los países nórdicos proporcionan muchos más cuidados a las personas con demencia que los meridionales, donde la ayuda es suplida en su mayoría por las familias. Pero aunque la familia sea el indiscutible soporte de nuestra sociedad, también hay que contar con medios profesionales que permitan su alivio frente a este grave problema. Los centros de día están en la primera línea de necesidades en tanto no dispongamos de medios más eficaces de tratamiento.
Sin olvidar lo importante que es transmitir a la sociedad lo mucho que se puede hacer en la prevención de la salud, hay que involucrarla, a través de los profesionales y las organizaciones sociales de familiares de enfermos, en el compromiso de los sistemas públicos de salud tienen con la demencia, esa terrible epidemia de nuestra sociedad actual.
Dr.Carlos Hernández Lahoz
Jefe de Servicios de Neurología del Hospital Central de AsturiasPublicado: Ene.- Jun. 2002 nº1
Publicado en la revista Asociación Familiares Alzheimer Asturias-AFA